"En el abismo" de Jonathan Kaplan

Una de las mejores y mas brutales cintas “Teen Movie” que se han hecho entre finales de los setenta y a lo largo de toda la década de los ochenta. Critica social dura y focalizada en el adolescente americano situándolos en terreno de nadie, éste queda olvidado y retraído, sin hueco en una sociedad manipulada por el corporativismo de un país. Se antepone negocio a cualquier otra cosa, dejando desamparado a un sector de la población, en este caso el adolescente.

Acontecimientos desarrollados en una pequeña localidad en expansión inmobiliaria en la California de Estados Unidos, pero que podría ser identificada en cualquier parte del mundo.

Jonathan Kaplan escoge la localidad de Nueva Granada, una ciudad nueva y en expansión en la que el magnate de la zona intenta habitar y re-calificar. El sector juvenil y adolescente no tiene hueco, apenas un centro recreativo con un simple billar y algunos discos de música y todo el aburrimiento del mundo. No hay alternativas de ocio y actividades en las que ocupar el tiempo libre. Y con este pretexto, el director nos dibuja a toda una comunidad de jóvenes que saltan a las drogas y la delincuencia como vía de escape.

El titulo que da nombre a la película, a priori, podría entenderse como el “abismo” en el que esta sumergido el joven; en ningún lugar, en ninguna parte, sin nada que hacer o con nada en que motivarse, pero lo que realmente le da fuerza a ese titulo es el “abismo” entre generaciones. Padres que miran a otro lado, colegios que no luchan por el derecho de quienes tutelan, seguridad y justicia que los convierten en verdugos siendo en realidad victimas de un huracán vital que nos contamina y nos hace menos personas, destrozando el futuro, destrozando un sueño... en este caso el americano, del cual ellos mismos se enorgullecen. Kaplan aquí se avergüenza y la bandera la aleja y difumina.

El director de “Acusados” y “Sueños rotos” se basa en esta ocasión en un guion de Charles S. Haas y Tim Hunter sobre un hecho real que ocurrió a principios de los setenta en la localidad de Foster City en Estados Unidos y que el propio Haas escribió en un articulo que narraba los hechos cuando trabajaba de reportero en el San Francisco Examiner. Nos cambian clichés típicos en un cine hecho hasta la fecha, nos replantea el curso, el camino e incluso el sentido de nuestras acciones en el día a día, nos presenta a rebeldes como victimas y a victimas como verdugos de la cosa mas preciada de la vida de un ser humano, la juventud. Nos abronca por no darnos cuenta y nos revela que todo es consecuencia de una causa, que no se debe justificar, sino solucionar y que no lo dejemos para cuando ya sea demasiado tarde.

Un reparto que pasa sin pena ni gloria, que lo hace correcto y no desentona, en el que destacan Michael Erik Kramer como protagonista en el papel de hijo de un empresario a cargo de un concesionario y un jovencisimo Matt Dillon en su primer papel cinematográfico dando vida al amigo del personaje de Kramer.

El ritmo contenido de la película se desata en el ultimo tramo dando rienda suelta a la rabia de los mas jóvenes. Apocalíptico final que recuerda a niños entre maizales o sacados de alguna filmación del gran Chicho Ibáñez Serrador. Rodada en 36 días y atrasada su exposición en cines dos años por miedo a revueltas en las salas de cine provocadas por películas como “The warriors” o “The Wenderers”. Anarquía en estado puro como diría Kurt Cobain, el cual dijo que esta cinta fue una inspiración y definió su personalidad.

A recordar esa lata de coca-cola (publicidad subliminal típica el el cine americano) símbolo de una cultura y plasmada como basura y diana de unas balas disparadas por un colectivo maltratado.
 
 
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