"El coleccionista" de William Wyler

Una auténtica JOYA con mayúsculas en la que Wyler nos estampa una historia psicológica, nos hace participes de un secuestro y nos regala un duelo interpretativo en una brutal película de secuestros.

Un joven de clase media, coleccionista de mariposas, es tocado por la fortuna al salir premiado de una quiniela de futbol. Compra una casa a las afueras, alejado de la civilización. Perseguirá a una bella muchacha estudiante de arte, amor platónico de éste y la secuestrará y ocultará en el sótano de su casa.

De aspecto teatral, el peso de la cinta recae en los dos, podríamos decir, únicos actores del film. Un joven Terence Stamp y una bellísima Samantha Eggar. Un duelo interpretativo impresionante, digno de ser recordado. Víctima y verdugo, psicópata en inocente, amo y mascota… Una fantasía sentimental llevada al extremo que explora la moralidad del propio espectador. La película es como ese abrazo que empieza suave y acaba asfixiándote hasta la muerte.

Un guion que va creciendo, que va esquivando dificultades, que se llena de matices hasta romperse el alma de sus personajes, que te exalta para luego dejarte hecho polvo, que te revienta en mil pedazos la esperanza y te devuelve al mundo real con miedo.

Terence Stamp esta grandísimo en la piel del psicópata que Wyler pone en pantalla desde el minuto uno de la película. Nos coge de la mano y nos enseña su perfil poco a poco, casi en primera persona, casi empatizando con el espectador, casi realizando fantasías de lo masculino y se muestra a pecho descubierto para que tu propia moralidad lo juzgue. Un Stamp tan contenido como creíble y perturbador.

Samantha Eggar da la réplica a Stamp de una manera soberbia. Siempre en lucha, siempre en guardia, contra su captor, contra sus miedos, contra su locura y contra un espectador que vuelca su empatía hacia ella porque ella lo quiere así. Artimañas de ninguna clase surten efecto para persuadir a una mente enferma que consume al personaje femenino, pero no el talento de su actriz.

Un claustrofóbico escenario donde la cámara del director se mueve con sutileza y maestría. Una fotografía donde el color esta enfurecido y agarrado a la vida y la esperanza, desde las bellas mariposas al hermoso cuerpo de Eggar. Porque Eggar es una mariposa, la mariposa más bella del coleccionista y que se enfunda en un capullo sin color en el que la esperanza desaparece, a los pies de la cama, mojada y cubriéndose en su manta, Samantha ya no es vista como una joven encerrada, es una mariposa más en un cajón sin luz.

A recordar el plano-secuencia inicial en el que la cámara sigue a Eggar desde el interior de la furgoneta de Stamp, con un tempo tranquilo que disfrutas como una bestia a la espera de una mejor ocasión para abalanzarse a su presa. La escena en la que Stamp discute y se enfurece con un cuadro de Picasso, infravalorando lo que él no entiende, sublevándose contra una sociedad hipócrita. La escena bajo la lluvia en el clímax más alto de la cinta, preciosas imágenes llenas de dramatismo que te arañan el alma.

Nunca me cansare de decirlo, gracias a cineastas como Wyler, el cine es arte.
 
 
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